Soy Javier, soy alcohólico drogadicto.
Estando como servidor del grupo, con un servicio de mucha responsabilidad como lo es el de representante a los servicios generales, y la conciencia grupal llena de apatía y mediocridad. Con una estabilidad económica precaria, a la edad de 27 años, con una discapacidad física moderada, sin familia que dependa de mi, es más sin una pareja sentimental, con un prospecto de pareja pero que ni siquiera le intereso, con todas mis emociones al borde de estallar, con ganas de abandonar el servicio, buscando cualquier pretexto para mandar al carajo todo, intolerante ante cualquier situación, sentir que nada de lo que realizas sirve de algo, que la voluntad del creador están en contra de ti, que por más que pides ayuda a los compañeros y padrino, ninguno tiene una palabra de aliento, todo lo que escuchas es que tienes que bajarle a tu soberbia, que pongas en practica la oración de la serenidad, que tienes que ponerte en disposición, que no pasa nada, que la oración y la meditación te pueden ayudar, que debemos mantener lo sencillo, que sea paciente, que poco a poco se va lejos, que mantenga la calma, infinidad de comentarios como estos y otros muchos, no son de mucho provecho cuando nuestro estado emocional esta desequilibrado, en este estado lo único que provocan son exaltar nuestros pensamientos y renegar de todo.
En mi experiencia personal, lo que me esta funcionando es recordar como es que llegue por primer vez a alcohólicos anónimos, que fue lo que me llevo a buscar ayuda, que impulso me animo a atravesar esa puerta del grupo, que es lo que pensaba, sentía y hablaba antes de llegar a A. A. Recuerdo que me encontraba en una situación un poco peor que en la que me encuentro el día de hoy, no sabia que hacer de mi vida, la relación de pareja que tenia no era nada sana, por un lado un amor enfermizo una obsesión, y por otro con una doble dependencia, que me arrastro a dejar de comer y dormir, y en poco tiempo a convertirme en epiléptico, a truncar mis estudios, a ofender de una manera irreparable a mis padres y familiares, no se diga en la sociedad, a estar sentenciado a ser anexado voluntaria o involuntariamente, pues si mis padres no me tenían que recoger afuera de la universidad donde según yo estudiaba, tenían que recogerme en alguna clínica. Las ganas de vivir se habían espumado, buscaba quien me hiciera el gran favor de matarme, y si no encontraría quien lo hiciera, lo haría yo mismo, esperaba que en una de esas convulsiones ya no despertara, pero ninguna de esas dos opciones sucedió.
Es verdad lo que dicen; las borracheras secas son peores que andar en la actividad, pues ya no tenemos ese tranquilizante. La pequeña perla que me deja esta experiencia, es que seguiré pasando borracheras secas, siempre que me olvide de vivir bajo principios espirituales, siempre que me olvide de donde vengo, siempre que deje de ser honesto con migo mismo, siempre que la ilusión sea más grande que la realidad, siempre que olvide que los sentenciados a muerte no tienen derecho de elegir, y que mi estado emocional depende de mi, de la acción y empeño que le ponga al programa.